El estudio de la naturaleza no es un oficio abstracto restringido a los trabajos en laboratorios o las publicaciones académicas; es la génesis misma que permite la comprensión y relación con nuestro contexto ambiental, una fuerza vital omnipresente que moldea nuestras vidas, pensamientos y acciones de diversas maneras, a veces sutiles y otras muy evidentes. La naturaleza es el lente a través del cual interpreto y me relaciono con la realidad. Esta convicción se ha profundizado y enriquecido en el trasegar de mi vida, transformándose en estandarte y brújula de aventuras que siempre van conectadas con descubrir y conocer lo mágico, infinito y sublime del planeta Tierra.
Como colombiano, mi relación con la naturaleza se da desde temprana edad por la curiosidad e interés generado en un país que posee grandes contrastes geográficos, una importante variedad de ecosistemas reconocidos desde los Andes hasta la Amazonía, una biodiversidad intensa y vibrante, unos afluentes hídricos que recorren todo el territorio, una diversidad cultural que caracteriza cada región del país y una historia ambiental marcada por grandes contradicciones, logran despertar en mi la inquietud por conocer los complejos mecanismos y secretos del devenir natural. Esta fascinación me condujo al campo de la educación ambiental, un contexto de estudio inherente al ser humano y su relación con la naturaleza que me permitió reconocer los desafíos que enfrentamos como especie, desde la deforestación hasta el cambio climático, la educación ambiental se convierte en una herramienta crucial para traducir la complejidad científica en conciencia y acción, buscando empoderar a las nuevas generaciones y construir un mejor futuro, ya que es necesario comprender críticamente la innegable importancia del contexto ecológico, social y económico en que vivimos como primer paso para una praxis liberadora que transforme la realidad (Freire 2005).

Recorriendo este camino incierto llamado destino, y como resultado de mi actual formación académica, mi brújula me ha llevado a un maravilloso lugar a cumplir con una pasantía doctoral internacional; me ha traído desde mi natal Colombia hasta una interesante ciudad brasileña llamada Rio de Janeiro, donde es inevitable que se fusionen los colores, la música, la gastronomía y la floresta luxuriante con mi pasión por la educación ambiental, mi identidad natural y una gran expectativa llena de emoción por involucrarme en un nuevo contexto académico.

Llegar a un país como Brasil, un lugar con su propia historia natural y una belleza particular que al igual que otros lugares del mundo posee desafíos ambientales importantes, manifestados en las investigaciones sobre la Amazonía, en los estudios sobre la biodiversidad y las preocupaciones por las especies amenazadas de extinción o bajo sobreexplotación, en los acuerdos e investigaciones por comprender y mitigar los efectos del cambio climático en sus territorios, en sus procesos de educación ambiental que son referente a nivel global enfocados en la formación de valores sociales, conocimientos, habilidades, actitudes y saberes para individuos y comunidades, con el objetivo de lograr la conservación del medio ambiente como un bien común indispensable para la salud y la sostenibilidad de la vida (Educação Ambiental, 2025) generan una interesante oportunidad de conexión con este deslumbrante observatorio natural.
Vincularme a la UFRJ (que será mi nuevo hogar por unos meses) y en particular con la Línea de investigación en Educación Ambiental y Enseñanza de las Ciencias del Laboratorio de Limnología, llena de emoción y curiosidad mis días, encuentro una posibilidad para potenciar mi formación doctoral, mi que hacer como docente, mi vida en diversos aspectos y en particular mis perspectivas de investigación, enfocadas a una formación escolar activa en el marco del liderazgo ambiental y la educación comunitaria que busca promover alternativas de enseñanza para ir más allá de los conocimientos técnicos y favorecer el desarrollo integral de los estudiantes y sus capacidades humanas. En este punto vale la pena destacar que, en la construcción de esa conexión con la historia ambiental y educativa de Brasil, he tenido la oportunidad de conocer historias interesantes afines a mis pesquisas que de cierta manera aportan elementos dialógicos, como las acciones de la comunidad en la Aldeia Maracanã y el movimiento social indígena, a Zumbi dos Palmares y su resistencia contra la esclavitud en el Brasil colonial y a Francisco Alves Mendes Filho conocido popularmente como Chico Mendes y su liderazgo ambiental.
Compartir la experiencia educativa con un equipo de trabajo que posee diferentes perspectivas, metodologías y enfoques, ha suscitado el conocimiento de nuevos horizontes académicos de maneras positiva, a través del intercambio de ideas, debates académicos y la colaboración en proyectos y escritos de manera conjunta. La ciencia no es solo un cuerpo de conocimiento estático, es también un proceso de exploración y descubrimiento que se reafirma en cada conversación con mis colegas investigadores, con cada exploración de un nuevo rincón de esta fascinante ciudad, lo que permite conectar mi pasado con mi presente y proyectar la plataforma sobre la cual aspiro a construir una propuesta educativa donde la razón científica y los saberes ambientales caminen de la mano.

Mi aventura en Río de Janeiro ha consolidado una visión de la naturaleza como una fuerza viva y dinámica, ligada a mi identidad como ciudadano del mundo y a mi compromiso con la educación ambiental. Esta pasantía no es solo una etapa más en mi formación académica; es una aproximación a un contexto cultural y ambiental diferente en donde Nukanchi Alpa (lenguaje de la Etnia Inga que significa Nuestra Tierra) late con la misma intensidad que el corazón del propio Río, una aventura que dejará una huella en mi trayectoria de vida reforzando la convicción de que, como nos recuerda “a bruxa da literatura” Clarice Lispector “la realidad está en lo imposible”; una realidad construida como sociedad de consumo que a menudo nos aleja de la naturaleza y claramente no es la única posibilidad ni la mejor estructurada; la Pachamama (palabra del lenguaje quechua común en las comunidades indígenas andinas especialmente en los Incas, significa Madre Tierra y se asocia al origen de la vida y todo en la naturaleza incluyendo los seres humanos) con sus ciclos, sus propios ritmos y saberes representa una realidad más autentica basada en relaciones de armonía y paz con el mundo natural, es la brújula que nos orienta hacia una de vida más conectada, responsable y en equilibrio con el medio ambiente.
Referências bibliográfica:
DICCIONARIO INGA. (1997). Retrieved April 23, 2025, from https://www.sil.org/system/files/reapdata/14/58/49/145849585379006731155287961339324950357/IngaDicc_2Edms_48151.pdf.
Educação Ambiental. (2025). Antigo.mma.gov.br. https://antigo.mma.gov.br/educacao-ambiental/pol%C3%ADtica-nacional-de-educa%C3%A7%C3%A3o-ambiental.html.
Freire, P. (2005). Pedagogía de la autonomía: conocimientos necesarios para la práctica educativo. 25ª edición. Sao Paulo: Paz y Tierra.
Lispector, C. (1969). Uma aprendizagem ou O livro dos prazeres. Sabiá.
Tradução
O estudo da natureza não é um ofício abstrato restrito aos trabalhos em laboratórios ou às publicações acadêmicas; é a própria gênese que permite a compreensão e a relação com o nosso contexto ambiental, uma força vital onipresente que molda nossas vidas, pensamentos e ações de diversas maneiras, às vezes sutis e outras muito evidentes. A natureza é a lente através da qual interpreto e me relaciono com a realidade. Essa convicção foi se aprofundando e enriquecendo ao longo da minha vida, transformando-se em estandarte e bússola de aventuras que sempre estão conectadas ao descobrimento e conhecimento do mágico, infinito e sublime do planeta Terra.
Como colombiano, minha relação com a natureza se estabeleceu desde muito cedo, impulsionada pela curiosidade e interesse despertados em um país que possui grandes contrastes geográficos, uma importante variedade de ecossistemas reconhecidos desde os Andes até a Amazônia, uma biodiversidade intensa e vibrante, afluentes hídricos que percorrem todo o território, uma diversidade cultural que caracteriza cada região do país e uma história ambiental marcada por grandes contradições. Tudo isso despertou em mim o desejo de compreender os complexos mecanismos e segredos do devir natural. Essa fascinação me conduziu ao campo da educação ambiental, um contexto de estudo inerente ao ser humano e à sua relação com a natureza, que me permitiu reconhecer os desafios que enfrentamos como espécie. Desde o desmatamento até as mudanças climáticas, a educação ambiental se torna uma ferramenta crucial para traduzir a complexidade científica em consciência e ação, buscando empoderar as novas gerações e construir um futuro melhor, pois é necessário compreender criticamente a inegável importância do contexto ecológico, social e econômico em que vivemos como primeiro passo para uma práxis libertadora que transforme a realidade (Freire, 2005).
Percorrendo este caminho incerto chamado destino, e como resultado da minha atual formação acadêmica, minha bússola me conduziu a um lugar maravilhoso para realizar um estágio doutoral internacional; trouxe-me da minha natal Colômbia até uma interessante cidade brasileira chamada Rio de Janeiro, onde é inevitável que se fundam as cores, a música, a gastronomia e a exuberante floresta com minha paixão pela educação ambiental, minha identidade natural e uma grande expectativa repleta de emoção por me envolver em um novo contexto acadêmico.
Chegar a um país como o Brasil, um lugar com sua própria história natural e uma beleza particular que, assim como outros lugares do mundo, enfrenta importantes desafios ambientais — manifestados nas pesquisas sobre a Amazônia, nos estudos sobre biodiversidade e nas preocupações com espécies ameaçadas de extinção ou em situação de superexploração, nos acordos e investigações voltados à compreensão e mitigação dos efeitos das mudanças climáticas em seus territórios, e nos processos de educação ambiental que são referência em nível global, com foco na formação de valores sociais, conhecimentos, habilidades, atitudes e saberes para indivíduos e comunidades, com o objetivo de promover a conservação do meio ambiente como um bem comum indispensável à saúde e à sustentabilidade da vida (Educação Ambiental, 2025) — gera uma oportunidade interessante de conexão com este deslumbrante observatório natural.
Vincular-me à UFRJ (que será meu novo lar por alguns meses), e em particular à Linha de Pesquisa em Educação Ambiental e Ensino de Ciências do Laboratório de Limnologia, enche meus dias de emoção e curiosidade. Vejo aí uma possibilidade de potencializar minha formação doutoral, minha atuação como docente, minha vida em diversos aspectos e, em especial, minhas perspectivas de pesquisa, voltadas para uma formação escolar ativa, no marco da liderança ambiental e da educação comunitária, que busca promover alternativas de ensino que vão além dos conhecimentos técnicos e favoreçam o desenvolvimento integral dos estudantes e de suas capacidades humanas.
Neste ponto, vale destacar que, na construção dessa conexão com a história ambiental e educacional do Brasil, tive a oportunidade de conhecer histórias interessantes e afins às minhas pesquisas, que de certa forma aportam elementos dialógicos — como as ações da comunidade na Aldeia Maracanã e o movimento social indígena, Zumbi dos Palmares e sua resistência contra a escravidão no Brasil colonial, e Francisco Alves Mendes Filho, conhecido popularmente como Chico Mendes, e seu notável protagonismo ambiental.
Compartilhar a experiência educativa com uma equipe de trabalho que possui diferentes perspectivas, metodologias e enfoques tem suscitado o conhecimento de novos horizontes acadêmicos de forma positiva, por meio do intercâmbio de ideias, debates acadêmicos e da colaboração em projetos e produções conjuntas. A ciência não é apenas um corpo de conhecimento estático, mas também um processo de exploração e descoberta que se reafirma em cada conversa com meus colegas pesquisadores, em cada exploração de um novo canto desta fascinante cidade — o que me permite conectar meu passado com meu presente e projetar a plataforma sobre a qual aspiro construir uma proposta educativa onde a razão científica e os saberes ambientais caminhem lado a lado.
Minha aventura no Rio de Janeiro consolidou uma visão da natureza como uma força viva e dinâmica, ligada à minha identidade como cidadão do mundo e ao meu compromisso com a educação ambiental. Este estágio não é apenas mais uma etapa na minha formação acadêmica; é uma aproximação a um contexto cultural e ambiental diferente, onde Nukanchi Alpa (idioma do povo Inga, que significa “Nossa Terra”) pulsa com a mesma intensidade que o coração do próprio Rio — uma aventura que deixará uma marca na minha trajetória de vida, reforçando a convicção de que, como nos lembra “a bruxa da literatura” Clarice Lispector, “a realidade está no impossível”.
Uma realidade construída como sociedade de consumo, que muitas vezes nos afasta da natureza, claramente não é a única possibilidade — nem a melhor estruturada. A Pachamama (palavra da língua quíchua, comum nas comunidades indígenas andinas, especialmente entre os incas, significa Mãe Terra e está associada à origem da vida e de tudo na natureza, incluindo os seres humanos), com seus ciclos, seus próprios ritmos e saberes, representa uma realidade mais autêntica, baseada em relações de harmonia e paz com o mundo natural. Ela é a bússola que nos orienta para uma vida mais conectada, responsável e em equilíbrio com o meio ambiente.